No me gusta comer sola, pero me gusta la comida china y no conozco a casi nadie que quiera compartir un almuerzo conmigo a estas horas. Así que entro en el restaurante chino y pido un menú para uno. Para una, en mi caso. Ensalada con algas, verduras salteadas con bambú y soja y arroz tres delicias. Disfruto de esta comida, de esta soledad, mientras que en las mesas de al lado hay un suave murmullo. Luz tenue y música repetitiva. No sé cómo serán los restaurantes en China, si responderán al modelo de los que hay en mi pequeña ciudad. Lo que sí me llama la atención es que nunca he visto a ningún chino comer en un restaurante. Ni chino ni español. Nunca, a ningún oriental. Dejo de pensar. Este sabor, esta comida que humea en mi mesa... Y lo mejor, el postre.
té de jazmín
una flor, casi entera,
flota en el agua.