Parece que el verano ama a los escritores, por eso este año ha elegido llevarse a una de mis favoritas niñas ancianas, al igual que hace unos años se llevó a Ray Bradbury.
Ana María Matute me inspira una gran ternura. Tiene esa franqueza de los niños que todavía no han aprendido a ser adultos (a mentir y a ocultar, a ser civilizados) o de los mayores que dicen lo que quieren porque su edad se lo permite. Me gustan sus libros pero sobre todo, me gusta ella. Escuchar las entrevistas, su pelo blanco, su mirada dulce, su voz rota.
La vida de Ana María no ha tenido que ser fácil pero sin embargo nunca renuncia a los buenos recuerdos. Su mundo mágico. Su constante referencia a los cuentos. Cuando sea mayor, me gustaría ser como ella. Descanse en paz entre las hadas y los duendes, bajo un árbol que dé mucha sombra, entre flores y perfumes e historias que no dejen nunca de escucharse.
En la red hay entrevistas y homenajes preciosos sobre Ana María Matute; de todos, os dejo un enlace de una de las últimas entrevistas por Virginia Drake para http://www.mujerhoy.com de la que destaco esta frase:
" Todas las personas crean su propio mundo y viven según los criterios y los rituales de ese universo que se han inventado. Hay que ser muy imbécil para no tener un mundo propio. No tiene por qué ser rico y esplendoroso, puede ser muy pobre y muy pequeño, o vulgar y malvado, pero todos lo tienen. "