por Toñi Sánchez Verdejo
Este relato ha recibido una mención del jurado del certamen literario "No más turrón, por favor" , organizado por http://www.portaldelescritor.es/.
Éste es el enlace del fallo:
Un 31 de diciembre a la muerte se le ocurrió tomarse el día de descanso. Pero como su trabajo tenía que hacerse de todos modos, se planteó delegar su tarea en alguna muerte auxiliar, así que llamó a la que se ocupaba de la extinción de los animales, muerte que hasta la fecha había cumplido muy bien su cometido.
La muerte auxiliar estaba nerviosa ante la responsabilidad que se le venía encima, pero contenta por haber sido convocada para tal fin.
- De matar, no tengo nada que explicarte –le dijo la muerte titular- así que tienes que ir a tal país que está en guerra y acabar con unas veinte o treinta mil vidas. Por lo demás, no te preocupes. Confío en que sabrás hacerlo bien. ¿Tienes alguna duda?
La muerte pequeña era bastante ignorante y tenía todas las dudas, pero se limitó a callar, no sea que la tomaran por tonta. Si se hubiera atrevido, habría preguntado qué era “guerra” y dónde estaba aquel país. Pero lo que hizo, sin preguntar ni mirar mapas, fue coger su guadaña y dirigirse a la Tierra.
Y empezó a deambular de un sitio a otro por todo el mundo hasta que llegó a la península Ibérica, lugar que conocía de sobra por sus incursiones en pos del lince; más concretamente llegó a la Puerta del Sol de Madrid, que a las 11 y pico de la noche hervía de gente. Decidió que aquella aglomeración comportándose de tan extraña manera correspondía a su imagen mental de “guerra”, así que dio por terminada su búsqueda.
Como estaba cansada y era muy descuidada, se materializó entre la marabunta en su traje típico, sudario y guadaña, tan medieval y antigua como era ella. De aquellos con quienes se cruzaba, recibía piropos audaces y sonrisas, pues estaba tan propia con su sudario negro cubriendo el esqueleto, que a fuerza de auténtica la tomaron por falsa. Y hubo quien le ofreció unos tragos de cava que la muerte aceptó sin remilgos, bebiendo a morro de la botella. Y trago a trago, risa a risa, la muerte novata se embriagó de tal manera que, a las 12, cuando empezó la algarabía de las uvas, la pobre estaba agarrada a un semáforo para no caer. Pero entre los petardos y los gritos recuperó pronto el ánimo; pensó que la guerra empezaba y que era el momento de su trabajo. Pues así hizo, primero torpemente, después más segura, empezó a segar vidas, todas cuantas encontraba a su paso. Y cuanto más lo hacía mejor se le daba, ya que es con la práctica como se logra la maestría y esta muerte no era manca, ni torpe, así que en un momento acabó con todo el personal de la Puerta del Sol, dejando a los televidentes atónitos, pues lo que allí sucedía lo estaba viendo en directo toda España. Y hubo muchos que pensaron que era un montaje, quizás el mensaje subliminal de ciertos políticos de la oposición que ya empezaban a hacer campaña, pero lo cierto es que en la Puerta del Sol de Madrid en menos de media hora no quedó nadie con vida.
Mientras tanto, ajena a todo aquel desastre, la otra muerte pensaba, saboreando su día libre, que si la experiencia de delegar tareas le salía bien y quedaba satisfecha, podía poner una escuela de muertes y tomarse unas largas vacaciones por primera vez en su muerte.
FIN
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