
jueves, 24 de abril de 2008
Lectura en el Depósito del Sol
Diente de león embotellado como:
En Albacete,
Fotos
martes, 22 de abril de 2008
Una escritora cabezona


Y no lo digo por el tamaño de la cabeza, que conste, sino por su tenacidad.
Pues nada, ayer fui a la conferencia-encuentro que dió Ángeles de Irisarri en la biblioteca. Esta señora, bastante mayorcita y con el cabello corto, podría ser la "abuela cebolleta", una señora capaz de hacer calceta mientras te está contando su última novela. Porque palique tiene para rato.
Y vive Dios que lo demostró, porque sin preámbulos, muy tranquila, muy natural, empezó a contar su infancia, de primeras lecturas a base de tebeos, de asombro ante el mundo que se le abría; después de los libros de aventuras que inspiraban sus juegos. Después estudió Historia, enseñó Latín y Griego, se retiró para ser contable de una empresa familiar, criar a sus hijos y ser ama de casa y esposa...
Y aquí acabamos la historia. ¿Verdad? Pues noooooooooooo.
En este punto aparece el quid de la cuestión. Cuenta que un día que estaba leyendo: "Mazurca para dos muertos", de Cela, se dijo: "Si este hombre ha publicado esto ¿porque no lo voy a conseguir yo?" Y en eso se puso, la buena señora, venga a escribir novelones a golpe de máquina y tesón. Dice que escribió 6 novelas y que se dedicó a enviarlas a editoriales, las más importantes. Que la rechazaron. Pero ella erre que erre. Y entonces se dió cuenta de que la novela histórica podía ser una opción. Y se puso a escribir novela histórica.
Y ahí está, publicando. Hasta la fecha lleva unas veintitantas novelas, todas con personajes femeninos: la reina Isabel I y sobre todo personajes medievales. En el club de lectura leímos uno de sus libros, "América". No es un libro que me entusiasmara, pero no estaba mal.
Y ahí está, publicando. Hasta la fecha lleva unas veintitantas novelas, todas con personajes femeninos: la reina Isabel I y sobre todo personajes medievales. En el club de lectura leímos uno de sus libros, "América". No es un libro que me entusiasmara, pero no estaba mal.
Lo que más me ha impresionado de ella es su tesón, su fe en sí misma, inmune al desaliento y también su capacidad para contar, para inventar.
Este es uno de los aspectos positivos de ver a los escritores, cuando dan charlas. Siempre enseñan y animan con su ejemplo. Para quienes quieran seguirlos, claro. Pienso que ella sí que sabe. Se le ve, la cara de lista que tiene.
martes, 15 de abril de 2008
Absolutamente cachas

Pues nada, que ayer buscando los ingredientes del Cosmopolitan encontré esta foto del cachas Absolut, un tío espectacular que interpreta al "novio" de Samantha en "Sexo en Nueva York" 6ª temporada.
Este viene a ser más o menos como las sirenas de mi entrada anterior: en alguna playa andará, pero en la de Albacete... me parece que no lo he visto.
La foto es buenísima y está hecha con toda la intención ... dan ganas de beberse un chupito de vodka, ¿verdad, Teresa?
miércoles, 9 de abril de 2008
Las chanclas de Teresa


Las compró en una tienda de baratijas que había enfrente de la playa. Unas chanclas del número 40 para una chica de 17 años. No era su costumbre ir sola a la playa, menos saltarse las clases, pero esa mañana de abril decidió que era una lástima desaprovechar un sol tan bueno en una aburrida clase de universidad. En vez de sus libros y cuadernos, echó en la mochila una toalla y un frasco de bronceador. Pero olvidó las playeras, por eso compró aquellas, baratas, anodinas, unas chanclas que no se hubiera comprado en otras circunstancias. El bikini, blanco con lunares rojos, lo llevaba debajo de la ropa. Se sentía contenta mientras esperaba el autobús y pensaba que estudiar en Valencia era una suerte.
No le gustaba quedarse en primera línea, así que extendió la toalla en una parte alejada y tranquila, protegida por unas rocas. Se quitó el sujetador y se echó la crema y se tumbó a tomar el sol escuchando música en su mp3. Se quedó dormida y soñó que era una sirena y que en sus largos cabellos se enredaban las algas. Se despertó sobresaltada. Tenía sed. Se puso las chanclas y el sujetador y sobre él una camiseta larga que parecía un vestido corto y se dirigió a la misma tienda donde había estado antes. Compró un bote de coca-cola y se lo fue bebiendo por el camino hasta su toalla. Después decidió ir a nadar, así que caminó descalza por la arena hasta la orilla, pero a medio camino se volvió para ponerse las chanclas: la arena quemaba sus delicados pies. Se descalzó en la orilla, justo en ese punto en el que la arena está húmeda, pero no mojada. Dejó allí las chanclas y encima, para que no se manchara de arena, la parte de arriba del bikini. Y entró en el mar; el agua estaba fresca, fresca y clara, tan transparente que podía ver el fondo: bancos de peces casi invisibles y sus pies evitando pisar las viscosas algas.
Pasó una hora y un golpe de aire arrastró el bikini un poco más allá de las chanclas. Nadie lo advirtió porque no había nadie. Eran las dos de la tarde, hacía demasiado calor para ser abril y los pocos que habían ido por la mañana seguramente estarían comiendo en sus casas. Pasaron las horas hasta que el horizonte se volvió malva y el azul del mar se oscureció. Después subió la marea; las olas empezaron a exigir nuevo espacio a la arena, mientras que arrastraban pequeños tesoros mar adentro. También las chanclas fueron atraídas por las olas. Primero se quedaron flotando, en la orilla. Después desaparecieron.
Se decía que aquella playa era peligrosa, que tenía fuertes corrientes y era necesario bañarse con precaución. Claro que a veces la gente es demasiado alarmista; se dicen muchas cosas. Una chica fuerte y buena nadadora no tenía por qué tenerle miedo al mar. Además, aquel día extraordinario se había cumplido su sueño: la hermosa chica se había transformado en sirena y sus cabellos se enredaban entre las algas.
Al día siguiente apareció un cuerpo sin alma flotando en otra playa, bastante más lejos de donde ella había estado.
Más tarde, el mar rechazó aquellas chanclas. Se obstinaban en permanecer juntas, esperando a su recién estrenada propietaria, que nunca las volvería a llevar. Y ¿para qué? Después de todo, las sirenas no necesitan calzado; además, a ella no le gustaban especialmente. Sólo las había comprado, para salir del paso, en una pequeña tienda, enfrente de la playa.
Diente de león embotellado como:
Club de escritura,
Cosecha propia
martes, 8 de abril de 2008
Un color en palabras

Trago de orujo en ayunas
Una afrenta recibida por un desconocido
Extiendes las manos frente a un fuego en invierno
Sin esperarla, la guindilla del exquisito plato aparece en tu lengua
Olor a azafrán
El rayo del sol del mediodía
Agosto
Un gato furioso al que no puedes acariciar sin recibir un arañazo
Palabras obscenas escuchadas sin venir a cuento
Ese vino tan fuerte que hace llorar a la copa
Los ojos que buscas te devuelven la mirada
**************************
Este es el ejercicio que ha puesto Teresa para el club de escritura. Hay que definir un color a una persona que no puede ver. Un color en palabras. ¿Alguien se atreve a adivinar a qué color me refiero?
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