Esta tarde hemos tenido una gran tormenta. Ha sido uno de esos días raros en los que el cielo parece caer sobre nosotros. Granizo y fuerte lluvia que han roto cuanto hallaban a su paso. Mis geranios, que por fin florecían, han quedado destrozados: las huellas de sus flores son manchas en el suelo de la terraza. Tras desatar su furia, el cielo parece un gato que quiere dormirse, pero de vez en cuando emite ligeros gruñidos y tras ellos, se incendia con breves rayos, como si quisiera recordarnos que sigue ahí.
Intuyo que mis gatos esta noche dormirán más cerca de mí. Han pasado miedo. Y creen que yo podré protegerles de ese otro gato que no se quiere callar todavía.
Va a ser una noche larga para todos.
Tras la tormenta
las bolas de granizo
amontonadas
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