Cansada de esperar a que el niño de los leotardos verdes se diera cuenta de que estaba loca por él, Campanilla decidió dejar su dependencia afectiva y visitar una zona desconocida del país de Nunca Jamás.
Volando, volando, llegó al Madrid de los años 80. Era de noche y por las calles transitaban todo tipo de especímenes de extraño aspecto, todavía más estrafalarios que el capitán Garfio y mucho más feos y peligrosos que el Cocodrilo del “tic-tac”. Se encontró con una tía fea y mal pintada que resultó ser Almodóvar (cuando todavía no era “ALMODÓVAR”) y con una bruja de cabellos de colores que se llamaba Alaska. Sin saber qué hacía entró en un sucio antro donde no se podía respirar por el humo y buceó en una litrona de calimocho sobre la que flotaban dos colillas de algo que no era tabaco.
Así, perdida, confusa y con las alas mojadas por el alcohol, se dedicó a esparcir sus polvos mágicos por todas partes. Inmediatamente todos se pusieron a volar. Se abrieron las puertas y un rebaño de gente cantando y riendo salió volando por los anchos cielos de Madrid.
Y esta es la verdadera historia de Campanilla, sus polvos mágicos y “qué noche la de aquel año”.
Y esta es la verdadera historia de Campanilla, sus polvos mágicos y “qué noche la de aquel año”.
4 comentarios:
Se de buena tinta que los famosos polvos magicos de campanilla eran otra cosa.
echa polvos mágicos campanilla?? ains, es un poco baby para mí, pero si son mágicos.. pásame su messenger, anda..
Jorge: Campanilla siempre da para mucho morbo, pero es muy chiquitina, déjala crecer, como a los pezqueñines!!
Marisa: mágicos, sí, pero de los que te hacen volar. De los otros ná de ná.
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