Ya han pasado Melchor y Gaspar, con sus barbas blanca y rubia, montados en un coche de caballos y acompañados de sus pajes. Tiran pocos caramelos y pasan saludando vagamente, demasiado efímeros para el largo rato que he estado esperándoles. No me importa demasiado, porque después de la última carroza en la que aparece un Shrek cabezón y torpe, veré a mi rey favorito: Baltasar. Hace algunos años Baltasar era representado por un blanco con la cara pintada, pero la inmigración ha favorecido que el rey negro tenga definitivamente la piel del color que tiene que ser, sin betunes ni barnices. Aquí aparece: un Baltasar joven, guapo y elegante que sonríe a todos con esa sonrisa perfecta de dientes blanquísimos que contagia, aunque estés triste. Y justo en el momento en su carroza pasa delante de mí, hay una pequeña parada de la cabalgata en la que él aprovecha para tirar puñados y puñados de caramelos, a manos llenas. Los niños gritan y se arremolinan en torno a él y toda la gente parece satisfecha: es un momento feliz, un gesto anticrisis que todos agradecemos en este día frío y sobre todo, porque desde que ha empezado 2012 no hacen más que hablarnos de los recortes y de los sacrificios que habrá que hacer este año.
Porque ahora sí la verdadera epifanía se ha producido en este momento. Esta es la revelación de los Magos: la generosidad.
Porque ahora sí la verdadera epifanía se ha producido en este momento. Esta es la revelación de los Magos: la generosidad.
Cabalgata de Reyes:
el más generoso
Baltasar
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