El pasado 11 de septiembre se entregaron los premios del Primer concurso de microrrelato del CELB. El tema era la feria y para ser la primera edición y en vista de la participación, casi 200 trabajos presentados, se puede decir que el concurso fue un éxito, lográndose los objetivos marcados por el club. La entrega de premios fue en el Ateneo y el acto estuvo marcado por la sencillez y la emoción. El fallo está en la página del CELB y el resumen de la entrega también, siguiendo los correspondientes enlaces.
Pero yo me quedo con este momento:
Acabado el acto, nos fuimos con Raúl, el ganador del certamen, a la feria. Llegamos a la zona del Templete y nos pedimos unos bocadillos de jamón y cervezas. Enseguida, y de forma inesperada, comenzó a llover. Una lluvia torrencial. Como pudimos, nos refugiamos debajo de unos toldos. En el chiringuito nos habían regalado unos sombreros de paja, tan característicos de la feria. Y allí estábamos nosotros, comiendo el bocadillo y refugiándonos de la lluvia con los sombreros puestos. Mientras tanto, el agua se acumulaba en la lona del toldo y era necesario, mediante el esfuerzo de unos pocos, aliviar la lona de la pesada carga de agua. Al empujarla, el agua caía por todas partes. Era una situación extraña y divertida a la vez. El círculo interior, normalmente tan atestado de gente, estaba vacío. Sólo algún paseante con paraguas bajo una lluvia torrencial. Recordé que ningún microrrelato había previsto esa situación, la lluvia, y que gracias a ella todos nos juntábamos bajo el toldo para refugiarnos del aguacero. Me sentí bien.
Pero yo me quedo con este momento:
Acabado el acto, nos fuimos con Raúl, el ganador del certamen, a la feria. Llegamos a la zona del Templete y nos pedimos unos bocadillos de jamón y cervezas. Enseguida, y de forma inesperada, comenzó a llover. Una lluvia torrencial. Como pudimos, nos refugiamos debajo de unos toldos. En el chiringuito nos habían regalado unos sombreros de paja, tan característicos de la feria. Y allí estábamos nosotros, comiendo el bocadillo y refugiándonos de la lluvia con los sombreros puestos. Mientras tanto, el agua se acumulaba en la lona del toldo y era necesario, mediante el esfuerzo de unos pocos, aliviar la lona de la pesada carga de agua. Al empujarla, el agua caía por todas partes. Era una situación extraña y divertida a la vez. El círculo interior, normalmente tan atestado de gente, estaba vacío. Sólo algún paseante con paraguas bajo una lluvia torrencial. Recordé que ningún microrrelato había previsto esa situación, la lluvia, y que gracias a ella todos nos juntábamos bajo el toldo para refugiarnos del aguacero. Me sentí bien.
sobre el Templete
parpadean las luces:
tormenta de feria
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