Tengo que confesar que no sé qué sería de mi vida si no existiese MERCACHIFLA. Un lugar maravilloso donde yo cumplo con mis dos grandes aficiones: la relación social y la compra masiva de artículos más o menos necesarios.
Y es que, para qué engañarse, mi vida es bastante monótona: me levanto temprano, trabajo, casa, otra vez trabajo, de vuelta a casa. Llego cansadísima, pongo la cafetera, abro el frigorífico y … ¡anda! No hay leche. ¿Y cómo me hago yo ahora el cortao? Pues habrá que ir … habrá que ir … ((Aquí empieza a sonar la música de “Misión Imposible” Nan, nan, nan, …))
A MERCACHIFLA!!!!
Y no de cualquier manera. Una está hecha un asco y en Mercachifla se puede encontrar a cualquiera. A cualquiera. Así que … en un pispás me ducho, me peino, me maquillo … a ver mi guardarropa. Ese vestido que compré el otro día en las rebajas del Esfera, sí, ese aún no me lo han visto. Ropa interior del Oysho (nunca se sabe qué puede pasar) Sí, me pongo guapa porque voy A MERCACHIFLA. Sencilla pero discreta a la par que elegante, vamos. Mi estilo.
Y es que en Mercachifla está todo el barrio comprando. Te puedes encontrar a ese compañero del colegio del que estabas enamorada en 1º de BUP … ¡pues allí está! De morros con su mujer. Mira, mira qué careto que tiene. Y tú más fresca que una lechuga, con el maquillaje recién echado y esta explosión de glamour en todo tu cuerpo. Sonríe, sonríe, nena, que pareces una reina entrando en Mercachifla. Atención, se abren las puertas, te da el aire acondicionado en el pelo haciendo flotar levemente tu falda y ... ¡vamos allá! Echo mi euro al carro y ¡Venga! A saludar. Hola, vecina. ¿Qué tal el niño, ya está mejor? Ah, sí, qué bien. Pues aquí, comprando. Hola, primo, Sí, comprando. ¿Y tú? ¿Ah, tú también, comprando? Mira, qué casualidad. Pues nada, que compres bien.
Leche, leche. Pero es que hay cien mil tipos de leche. Es que hay tanta leche que ¡no sé qué leches coger! Desnatada, con crema, con calcio, sin lactosa, con vitaminas A,B y D, ¡Hay que hacer un master en leches!
Pero lo mejor es cuando voy a la charcutería. Han contratado a un charcutero, que no está mal. No es muy guapo, pero cuando coge la barra de la mortadela tiene un no se qué que… ñam, ñam. Señora ¿quiere probar el jamón? Y yo pienso: sí, el jamón. Y lo pruebo. Humm, qué bueno (y no lo digo por el jamón) ¿No hay más para probar? Yo no soy remilgada… ¡¡Pruebo todo lo que haga falta!! ¿Qué es lo que le voy a poner? Puesss, por favor: un kilo de mortadela, en filetes finos, sí, más finos, más, más, es que estoy a régimen y me los voy a fumar. Y él coge ese pedazo de mortadela, enciende la máquina de corta y ¡venga! A marcar músculo. Filete a filete. Y yo siguiendo sus movimientos ¡con este dolor de cervicales! Uf, el próximo día me traigo el collarín.
Y también hay sorpresas, esas novedades que te hacen más excitante la vida. Siempre dicen que lo mejor está por llegar. Y no sabes cuándo va a suceder. A ver, a ver. Voy con mi carro … sección yogures. Aquí está. Channnn!!!!! Un nuevo producto!!!! Dios mío ¿qué será esta vez? Me encantan las sorpresas. ¿Podré esperar hasta mi casa o me lo como en la caja? No, contrólate. Así tengo un aliciente más para la noche (además del bocadillo de mortadela). Qué emoción. Lo echo en el carro. Y esto. Y esto. Venga, que no se diga. Todo al carro.
Señora ¿quiere probar la coca? Bueno, yo me conformaba con un porrito, pero venga esa coca. Ah, pero ¿es este bollo pequeñajo? No, yo creía, en fin. Coca. No está mal. Al carro.
Y llego a la caja con el carro lleno. ¡Si sólo quería comprar una botella de leche! Pero ha valido la pena. La experiencia MERCACHIFLA es algo muy fuerte. Para mujeres modernas, como tú y como yo. Pues nada, nos vemos en charcutería.
Y es que, para qué engañarse, mi vida es bastante monótona: me levanto temprano, trabajo, casa, otra vez trabajo, de vuelta a casa. Llego cansadísima, pongo la cafetera, abro el frigorífico y … ¡anda! No hay leche. ¿Y cómo me hago yo ahora el cortao? Pues habrá que ir … habrá que ir … ((Aquí empieza a sonar la música de “Misión Imposible” Nan, nan, nan, …))
A MERCACHIFLA!!!!
Y no de cualquier manera. Una está hecha un asco y en Mercachifla se puede encontrar a cualquiera. A cualquiera. Así que … en un pispás me ducho, me peino, me maquillo … a ver mi guardarropa. Ese vestido que compré el otro día en las rebajas del Esfera, sí, ese aún no me lo han visto. Ropa interior del Oysho (nunca se sabe qué puede pasar) Sí, me pongo guapa porque voy A MERCACHIFLA. Sencilla pero discreta a la par que elegante, vamos. Mi estilo.
Y es que en Mercachifla está todo el barrio comprando. Te puedes encontrar a ese compañero del colegio del que estabas enamorada en 1º de BUP … ¡pues allí está! De morros con su mujer. Mira, mira qué careto que tiene. Y tú más fresca que una lechuga, con el maquillaje recién echado y esta explosión de glamour en todo tu cuerpo. Sonríe, sonríe, nena, que pareces una reina entrando en Mercachifla. Atención, se abren las puertas, te da el aire acondicionado en el pelo haciendo flotar levemente tu falda y ... ¡vamos allá! Echo mi euro al carro y ¡Venga! A saludar. Hola, vecina. ¿Qué tal el niño, ya está mejor? Ah, sí, qué bien. Pues aquí, comprando. Hola, primo, Sí, comprando. ¿Y tú? ¿Ah, tú también, comprando? Mira, qué casualidad. Pues nada, que compres bien.
Leche, leche. Pero es que hay cien mil tipos de leche. Es que hay tanta leche que ¡no sé qué leches coger! Desnatada, con crema, con calcio, sin lactosa, con vitaminas A,B y D, ¡Hay que hacer un master en leches!
Pero lo mejor es cuando voy a la charcutería. Han contratado a un charcutero, que no está mal. No es muy guapo, pero cuando coge la barra de la mortadela tiene un no se qué que… ñam, ñam. Señora ¿quiere probar el jamón? Y yo pienso: sí, el jamón. Y lo pruebo. Humm, qué bueno (y no lo digo por el jamón) ¿No hay más para probar? Yo no soy remilgada… ¡¡Pruebo todo lo que haga falta!! ¿Qué es lo que le voy a poner? Puesss, por favor: un kilo de mortadela, en filetes finos, sí, más finos, más, más, es que estoy a régimen y me los voy a fumar. Y él coge ese pedazo de mortadela, enciende la máquina de corta y ¡venga! A marcar músculo. Filete a filete. Y yo siguiendo sus movimientos ¡con este dolor de cervicales! Uf, el próximo día me traigo el collarín.
Y también hay sorpresas, esas novedades que te hacen más excitante la vida. Siempre dicen que lo mejor está por llegar. Y no sabes cuándo va a suceder. A ver, a ver. Voy con mi carro … sección yogures. Aquí está. Channnn!!!!! Un nuevo producto!!!! Dios mío ¿qué será esta vez? Me encantan las sorpresas. ¿Podré esperar hasta mi casa o me lo como en la caja? No, contrólate. Así tengo un aliciente más para la noche (además del bocadillo de mortadela). Qué emoción. Lo echo en el carro. Y esto. Y esto. Venga, que no se diga. Todo al carro.
Señora ¿quiere probar la coca? Bueno, yo me conformaba con un porrito, pero venga esa coca. Ah, pero ¿es este bollo pequeñajo? No, yo creía, en fin. Coca. No está mal. Al carro.
Y llego a la caja con el carro lleno. ¡Si sólo quería comprar una botella de leche! Pero ha valido la pena. La experiencia MERCACHIFLA es algo muy fuerte. Para mujeres modernas, como tú y como yo. Pues nada, nos vemos en charcutería.
2 comentarios:
Tenho que confessar que valeu a pena (como tudo se a alma não é pequena) ler as aventuras de uma mulher à solta num Centro Comercial... Eu ri com vontade, porque já ultrapassei essa fase das indecisões: compro sempre a mesma marca de leite, o mesmo sabor de iogurtes ou de gelados, o mesmo papel, com uma pequena/grande diferença - neste caso todas as semanas mudo a cor... Tenho tanto de previsível num Centro Comercial, como de imprevisível em todas as outras situações... Ah! e também não tenho problemas nos filmes enquanto houver algum Clint Eastwwod para ver...
:)
Beijo.
António
Antonio:
Las mujeres en un centro comercial somos más peligrosas que una escopeta cargada. Aunque he exagerado la nota, hay algo en mí de todo eso: me encanta probar cosas nuevas, me encanta experimentar, cambiar, mirar, tocarlo todo (lo que se pueda tocar)... y sólo soy fiel a muy pocas marcas, las que me han demostrado que valen la pena.
Si eres sólo previsible en el supermercado, estupendo. Creo que los cambios (pequeños) son bienvenidos. Y siempre hay que sorprender (y sorprenderse)
En lo de Clint Eastwood tengo que decir que es un actorazo, que me gusta su sensibilidad y que me gusta tanto de vaquero, como de Harry El Sucio como en sus últimos papeles (Ah, "Los puentes de Madison" !!!)
Un beso. Toñi
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