Está sentada en un taburete, en la barra del bar. Una mujer sola. Unos treinta y pico, quizás cuarenta. Ni siquiera me ha mirado cuando me ha pedido la primera cerveza. Para pedir la segunda, simplemente ha hecho un gesto. De vez en cuando, se lleva el cigarrillo a los labios y expulsa el humo lentamente, sin dejar de mirar al suelo.
La observo desde la distancia que me permite el otro lado de la barra. Por la ventana se ve la calle de esta fría noche de febrero. Lunes lluvioso. Apenas clientes y los que han venido, con malhumor. Cafés, carajillos. Alguna copa. He anulado el volumen de la tele. He puesto un disco de Ella Fitzgerald. Poco a poco, nos hemos quedado solos.
La desconocida apura el vaso. Para pedir la tercera cerveza su mirada se ha detenido en la mía. Qué te pasa, nena, he pensado. Ningún día puede ser tan malo para que estés así. “¿Le puedo ayudar en algo, señorita?”, he dicho. “¿Hay en este bar algo mejor que cerveza?” “Le aseguro que sí”. He buscado la botella. Un vino blanco de una marca que desconozco; me lo ha traído mi proveedor esta mañana. Un vino de Rueda. Uva Verdejo con olor a manzana y a anís.
Saco dos copas y las pongo en la barra, frente a ella. “¿Dos copas?”, su mirada es mía, “Creo que te habrás dado cuenta de que estoy sola” “Por eso mismo”, aventuro. “No soy ese tipo de tía que liga con camareros” “¿Y quién te ha dicho que soy un camarero?” Ella me mira con desconfianza; está calculando algo pero luego se relaja y sonríe. Salgo de la barra, preguntándome qué estoy haciendo, qué voy a hacer ahora. Pero sus ojos ya no parecen tristes; parece que me tienden un puente. “Sólo soy el tío que te invita a una copa de vino”, le digo. “No me gusta ver a una mujer guapa tan triste. Y acabo de terminar mi turno”. Al abrir la botella el bar se inunda del penetrante aroma del vino. Bebemos en silencio. Estamos solos. Veo la lluvia caer blandamente a través de las ventanas. Ella cierra los ojos para saborear el vino. Y con los ojos cerrados, me atrae hacia sí y me besa, mientras escuchamos "Misty” cantado por la Fitzgerald. Lo que pasa después da para otra historia, pero no he considerado oportuno contarla.
Este es un ejercicio que se propuso en el club de escritura sobre un concurso literario que tiene por tema "besos y vino". Lo comparto con vosotros. Espero que os guste.
9 comentarios:
Excelente relato.
Sugerente situacion.
Final previsible.
Maravilloso Vettriano.
sisisisi me ha gustado Toñi. Amiga, ando mu perdia ya lo se..ains.. una cosa la de la primera foto se parece tanto a ti...ufff.. besos
Gracias, Jorge. Sí, el final es demasiado previsible. Se me había ocurrido que ella se iba y él se quedaba solo bebiendo el vino, pero no sé, me dió un poco de pena.
Marisa: me alegro mucho de verte por aquí :-D Sí es verdad que se me parece ... me encanta Vettriano, ya sabes.
Un beso muy grande para los dos.
Muacccccccccccccccc.
¿Lo llegaste a enviar Toñi?.
Me gusta, incluido el final. Besitos. Pepi.
Un buen vino para hacer amigos.
Bss
Precioso Toñi! espero que me cuentes el final tras una caña:),o dos. Un abrazo, artista
No lo envié, Pepi. Me lo pensé tanto que pasó el plazo.
Gracias, Embrujado.
Ya te lo contaré, Ángel, pero para hacerle justicia al relato tendría que ser tras un vino ... preferiblemente blanco.
Un beso para los 3.
¡En la barra, en la barra! lo que mola es que termineis encima de la barra con una pasión desenfrenada y que de pronto..., ¡zas! se lió. jajaja, venga, venga, continúa.
Besos
Donde hay gatos, se ronronea apaciblemente.
Un abraciño,
Rosa María
Os invito a pasar por mi blog
http://poemas-rosamariamilleiro.blogspot.com/
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