Tras la tormenta

Me he asomado por la ventana en esta aburrida tarde de lluvia. Y veo que ha dejado de llover, después de todo un día de intenso caer de agua. Las gotas han dejado su huella en mi ventana, muchas de ellas aparecen todavía pegadas al cristal. Miro a través de él, el cristal lleno de gotas de agua, el paisaje de calles mojadas y poca gente transitando en ellas, algunos coches que circulan con torpeza, las ramas goteantes de los árboles y por todas partes charcos. En el cielo, espesas nubes grises entre las cuales se abre un hueco. Y a través de él, la luz del sol, que parecía ausente. Pero no, empieza a clarear en el horizonte mientras que las nubes van dejando cada vez más espacio. Y entonces los rayos del sol, de ese sol que parecía flojo, empiezan a dorar (como si fuera aceite muy caliente) el borde de las nubes. 

La luz anaranjada ofrece un atardecer más amable. Y yo sigo contemplando desde dentro el lento gotear de las flores del romerillo sobre la imagen de Buda, un Buda de mirada serena junto al que han nacido flores blancas. 

 

 

 por fin descampa

y al salir a la calle

¡el arco iris!

(Dedico este haibun a Nieves, que me ha enviado la foto del arcoiris, hecha en el mismo día de la tormenta y que yo no llegué a ver, a no ser por esta hermosa imagen que ella me envía. Gracias, Nieves)