Si algo hace a Isur diferente de otras ciudades es que en lugar de aire tiene pájaros, bellas aves de llamativos colores que hace mucho tiempo llegaron a la ciudad y se instalaron en ella. Dicen que vienen del sur, de las tierras cálidas, donde el calentamiento global ha hecho imposible su estancia. Pero Isur es una ciudad de clima templado y agradables noches. Por eso los pájaros la han hecho su hogar.
Las plumas que se desprenden de sus alas cubren plenamente las calles, las habitaciones están llenas de pájaros pues entran en las casas con total libertad, sabedores de que los habitantes de Isur no pueden tener el propósito de atraparlos en jaulas ¿para qué intentarlo? Toda la ciudad es una enorme pajarera.
El único inconveniente son sus excrementos, que cubren prácticamente el suelo y las escaleras de algunas viviendas, sobre cuyos peldaños se posan favoreciendo que algún despistado resbale en ellos. Pero si hay alguien decididamente encantado con los pájaros es la comunidad gatuna de Isur. Desde la mañana los gatos los persiguen, dando grandes saltos y estirando las patas cuando éstos emprenden un atrevido vuelo rasante; encima de los tejados se agazapan los felinos, siempre atentos a un descuido de los más jóvenes o al aleteo de algún pájaro debilitado por la edad.
Si los ciudadanos pueden andar por la ciudad sin observar sus bellos colores, no lo sabemos. Pero estamos seguros de que están encantados de que los pájaros hayan eligido a Isur como su patria; para escuchar su canto, les conviene permanecer quietos y tendidos en algún rincón fresco, cerca de una fuente o de un árbol muy frondoso y contener la respiración, pues los pájaros de Isur cantan sólo cuando el silencio es absoluto.
Las plumas que se desprenden de sus alas cubren plenamente las calles, las habitaciones están llenas de pájaros pues entran en las casas con total libertad, sabedores de que los habitantes de Isur no pueden tener el propósito de atraparlos en jaulas ¿para qué intentarlo? Toda la ciudad es una enorme pajarera.
El único inconveniente son sus excrementos, que cubren prácticamente el suelo y las escaleras de algunas viviendas, sobre cuyos peldaños se posan favoreciendo que algún despistado resbale en ellos. Pero si hay alguien decididamente encantado con los pájaros es la comunidad gatuna de Isur. Desde la mañana los gatos los persiguen, dando grandes saltos y estirando las patas cuando éstos emprenden un atrevido vuelo rasante; encima de los tejados se agazapan los felinos, siempre atentos a un descuido de los más jóvenes o al aleteo de algún pájaro debilitado por la edad.
Si los ciudadanos pueden andar por la ciudad sin observar sus bellos colores, no lo sabemos. Pero estamos seguros de que están encantados de que los pájaros hayan eligido a Isur como su patria; para escuchar su canto, les conviene permanecer quietos y tendidos en algún rincón fresco, cerca de una fuente o de un árbol muy frondoso y contener la respiración, pues los pájaros de Isur cantan sólo cuando el silencio es absoluto.
Hay quien dice que los pájaros se marcharán de Isur cuando los hombres se vuelvan malvados e intenten capturarlos, y no queda sino creerlo. Los lugares están siempre animados bajo los cambiantes colores de sus plumas y el constante sonido del batir de sus alas .
De noche, fijando el oído al suelo, se oye su suave gorgeo como si fuera el tímido latido de la tierra.
*** *** ***
((Aviso de que este cuento es un plagio de un texto de Italo Calvino, propuesto por un compañero del club de escritura))
3 comentarios:
gracias, Toñi, por tu visita y tu bonito comentario!
guardaré tu diente de león!
No me gustaria vivir en una ciudad en la que los pajaros taparan el cielo y en la que sus excrementos alfombraran el suelo.
Y me temo que el canto continuo podria llegar a producir agresividad.
¿Tu querrias vivir en Isur?
Los gatos estarian gordisimos.
Por lo demas, el cuento se lee de un tiron, muy bien escrito.
Gracias, Jorge.
Creo que en lo de los excrementos me he pasado. Cuando lo piensas es desagradable.
Me gustaría vivir en una ciudad en cuyo parque hubiera pájaros; me gusta descubrirlos cuando paseo por el de Albacete.
Todo lleno: nooooooooooooo. Lo mucho cansa.
Mi gato estaría encantado. Siempre espía su vuelo desde el balcón.
Un beso
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